miércoles, 27 de septiembre de 2017

PROMETO SERME FIEL




Allan Félix, un crítico de cine neurótico y cinéfilo recalcitrante acaba de ser abandonado por su mujer objetando que se aburre con él porque es un mero observador de la vida. Tras varios años de relación estable, Allan tiene miedo a ser rechazado de nuevo y es incapaz de conocer a nuevas chicas mostrándose tal y como es. Sus amigos intentan ayudarle a superar la inestabilidad emocional en la que se encuentra tras su ruptura, aconsejándole buscar una nueva pareja sentimental y organizándole varias citas a ciegas con algunas amigas que podrían encajar con su personalidad. Al final Allan acaba enamorado de Linda, la mujer de un amigo suyo; la misma que ha estado junto a él apoyándole constantemente y que no se encuentra en su  mejor momento sentimental. De este modo se origina un nuevo conflicto interior en donde los sentimientos desleales hacia la amistad y la imposibilidad de expresar sus sentimientos le conducirán a una serie de situaciones de humor y enredos que, como en la vida misma, acaban convirtiéndose en comedia.

 Este vendría a ser el argumento de la película de Woody Allen “Sueños de un seductor” (1972). También podría ser el argumento de cualquiera de las relaciones entre prójimos y prójimas que proliferan por ahí, muchas de ellas, engullidas en un limbo semántico atestado de eufemismos para nombrar lo que, de toda la vida de dios, ha venido a ser una relación sentimental entre dos personas. Existen muchos “Allan” en nuestra cotidianeidad. El eufemismo que suelen emplear a la hora de hacer pública su relación con una mujer ante su entorno suele ser el de “mi amiga”.  Es el más socorrido. Deja muchas puertas abiertas, no cierra ninguna, y puede acabar convirtiéndose en un rosario de mentiras cada vez más difíciles de solapar.

He estado investigando acerca de por qué la gente miente constantemente, incluso sin darse cuenta. La gente está tan acostumbrada a mentir…

Básicamente existen dos tipos de mentiras: las que son por omisión – que es cuando se oculta, esconde o calla un hecho u opinión -, y luego están las mentiras gordas, que es cuando se falsifica o inventa una historia.

 

Cuando un mentiroso está en condiciones de mentir, prefiere ocultar y no falsear. Primero, porque resulta más fácil: no hay historias que inventar ni, por tanto, posibilidades de ser descubierto. Por otra parte, el ocultamiento parece menos censurable. Es pasivo, no activo, y los mentirosos suelen sentirse menos culpables cuando ocultan que cuando falsean, aun cuando sus víctimas resulten igualmente perjudicadas.

Por otra parte, las mentiras por ocultamiento son mucho más fáciles de disimular una vez descubiertas; el mentiroso no se expone tanto y tiene muchas excusas a su alcance: su ignorancia sobre el asunto, o su intención de revelarlo más adelante, o simplemente “se le olvidó”.

Cuando se pilla a un mentiroso in fraganti, pierde mucho más que su disfraz. Pierde la confianza que la otra persona depositó en él. La confianza es la base sobre la que se edifican las relaciones humanas. La intensidad y profundidad de nuestra relación con otra persona tiene que ver con el nivel de confianza en ella y viceversa. Y también la admiración que sienten ambos por el otro. La admiración, tan íntimamente unida al respeto, se esfuma como por arte de magia cuando te engañan injusta e inexplicablemente, pero sobre todo, cuando el que engaña, no sólo es incapaz de reconocer su falta, sino que se despide a la francesa, o lo que en mi pueblo se viene a llamar “dar la espantá”. Cuando ocurren esas cosas se presenta en mi memoria aquella frase lapidaria de Dolores Ibarruri “Pasionaria” (con pareado y todo). Decía :

 

“Prefiero ser la viuda de un héroe que la mujer de un cobarde”

 

Ya te digo… No se trata sólo de ser fiel al otro, se trata, sobre todo, de ser fiel a uno mismo. Por eso yo digo la verdad. Mi verdad. No significa que  crea estar en posesión de la misma, sino que decir la verdad forma parte de mi idiosincrasia. Tampoco quiere decir que lo cuente todo. Como dice Peñafiel “Valgo más por lo que callo que por lo que cuento”. Pero no necesito mentir para impresionar,  para resultar genial o para ser el ojito derecho de los demás por medios tramposos que cuestionan la capacidad natural, simpatía y espontaneidad de esta prójima. Existen muchos “Allan”, que como en “Sueños de un seductor” se montan una película que acaba por dejarles con el culo al aire cuando menos se lo esperan, indoctos en su pretendida sabiduría de Casanova.

 Que el mundo haga lo que le plazca. Yo prometo serme fiel. En las alegrías y en las penas. En la salud y en la enfermedad. En la verdad. Prometo serme fiel. Y también, amarme y respetarme todos los días de mi vida.

Mentir por defecto no sólo es de cobardes sino de necios. Al fin y al cabo, cuando quieras engañar al mundo, di la verdad. 


El Diario de Amanda Flores (sólo para valientes). Todos los derechos reservados.All rights reserved

 

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